El espíritu del agua
En el primer artículo de nuestro blog, hemos querido dar espacio a escribir sobre el agua, algo tan elemental en nuestras vidas, por tanto tiempo tomada como garantizada; sin embargo, en los últimos años, nuestra sociedad ha tomado conciencia de la importancia de ella en nuestras vidas y es ahora cuando la estamos empezando a valorar.
Desde tempranas eras de la humanidad, el agua ha participado de ritos sagrados. Las diferentes culturas del mundo siempre alabaron las aguas procedentes de fuentes, ríos y manantiales. Cada cultura llegó a reconocer y a adoptar como propias ciertas aguas sagradas, considerandolas un elemento curativo, cuyo simbolismo se asociaba a diferentes deidades, espíritus o fuerzas de la naturaleza. El agua es un símbolo de vida, renovación, purificación y conexión con lo divino.
Con el transcurrir de los tiempos, cuando se instauraron las religiones, a algunas aguas se le adjudicaron poderes milagrosos, algunas de ellas estaban asociadas a santas y a vírgenes, que vinieron a una vida de pureza y devoción. Este tema está presente en distintos contextos culturales y religiosos. El Ganges, el río Jordán, Lourdes y Fátima son ejemplos de aguas que se consideran santas y milagrosas por millones de personas. Y si bien, según estudios realizados no se ha encontrado un contenido especial de sustancias químicas que causen sanación, sí se ha comprobado su acción positiva y milagrosa , a partir de sus propiedades de fluidez, adaptabilidad y capacidad de transformación, sirviendo como una metáfora poderosa para el proceso de cambiar la mente y las emociones. Podemos cambiar la estructura del medio del que estamos hechos produciendo patrones de pensamientos positivos, restaurando así nuestra salud.
De acuerdo al legado cultural de diferentes culturas ancestrales, la luna y el agua tienen una profunda conexión simbólica y espiritual, estando el agua asociada con lo femenino, la intuición y la emoción; con la fluidez y la adaptabilidad a diferentes entornos, lo que ¡ refleja resiliencia y flexibilidad. Asimismo. La luna refleja su influencia en el ámbito espiritual femenino, manifestándose en la intuición, la fertilidad, la renovación y la conexión con el inconsciente. La luna simboliza los ciclos y el tiempo y su relación con el agua se manifiesta con una profunda conexión con los ciclos naturales y la esencia de la vida misma. Ambas simbolizan aspectos esenciales de la existencia.
Hoy, en muchas comunidades honramos el agua, le cantamos y le rezamos, siendo conscientes que el agua del planeta atesora la memoria colectiva de las personas que lo habitamos. Tanto las memorias de dolor y sufrimiento como las memorias de amor, paz y armonía que sostenemos en nuestros cuerpos, repercuten en las aguas del planeta. Por ello, si trabajamos en nuestras emociones cuidando de las palabras, pensamientos y acciones, nos sanamos a nosotros mismos y también a la Tierra.
El agua es el origen de la vida, la memoria y la raíz, la impronta del linaje tatuado en nuestras venas. Avanza con desenfado decidido, acompañándonos en el compás de nuestro fluir, o congela nuestros movimientos detrás de la máscara del miedo. Somos agua y dependemos del agua, es un bien sagrado que nos corresponde por derecho, un regalo de la vida, presente en toda la Creación.
Wakin Maca Inyake Win